Wednesday, November 6, 2019

Pecadora



Justo hace unos días, le decía a una de mis amadas mujeres, que estos años de no creerme el amor, me habían endurecido el corazón y me hacían portarme como una insolente que a pesar de llevar mucho reclamándole al amor por su ausencia, ahora que lo tenía en frente hablándome, lo desafiaba con silencio y escepticismo.

Me sigo castigando porque en mi vacilante amor, a muchos de los hombres de mi vida atormento y los corto como si todas sus faltas fueran gravísimas e imperdonables, y yo una vez más, me quedo atrapada entre el querer hundirme en ese corazón, amarlo entero y unas ganas inmensas de crucificarlos.

Yo, que le ruego al amor que me escuche y que me encuentre, me sigo haciendo un daño tremendo creyéndome pecadora irredimible, porque la forma en que he decidido abordar mi vida sexual me hace una suerte de condenada, una perdida, una mujer indigna de la dulzura, de la inocencia, de cualquier  asomo de ternura, porque el cariño no es para gente como yo, y que por eso no puedo amar y nadie me puede amar.

Para mí solo están reservados los condenados, los muertos, los cerdos, los vacuos.

En el fondo, desde mí libertad -de la que no me arrepiento pero que claramente no he acabado de entender- confieso, que me ha costado aterrizar estas dimensiones de la mujer que soy, porque verdad es que escarbando tanto en mi justa del placer y el cuerpo, me confundo y los confundo.


Y es que de este amor sí que he aprendido, he aprendido que soy caprichosa, necia, malcriada, que todos esos años de creerme condenada, no soy. Este es un amor que me reta con cariño, que se me pone de frente y me cuenta de lecciones con amor.

Pero, ¿Qué es una lección con amor de mi lado?