Monday, April 16, 2018

Apostar


Mi dolor más grande como mujer, es sentirme rechazada en el sexo. Y sé muy bien por qué me pasa. Inmediatamente me remite a los últimos días de la relación con mi ex-esposo y a la causa principal por la que se fue todo a la mierda.

Hay otra cosa, también me imagino los NO, porque estoy tan jodida con esa asociación, que les permito que entren cuando ni se asoman y que me destrocen por noches enteras. Entonces, como esa jugadora que soy, vuelvo a decidir apostar y una vez más estirar mi suerte a ver si ese alguien con el que esté, se aguanta que esta niñita meta en su cama a otros tipos, como excusa para sentir que casi cualquier otro imbécil me encuentra irresistible, que su incapacidad de comprenderme como ese animal sexual que soy, es lo que le impide estar conmigo y que desde luego, el problema, es él: por miedoso, por inmaduro, por idiota y por eso, no puede estar con una mujer como yo.

Sin duda, no soy tan mujer como yo pensaba.

Estando con alguien, he viajado a ver a mis amantes y desde luego, he mentido. La última vez fuí tan cruel que pienso que por fin algo en mí ha cambiado, y que estoy en el camino a la recuperación de este desahucio sentimental al que me he sometido. En los amores, el tiempo racional para mí no existe, no entiendo de años, entiendo de semanas que son eternidades y de noches-días. De manera que yo qué diablos me iba a imaginar que al amante maravilloso con el que fantaseo seguido y hace años, me iba a parecer un desabrido frente al modesto, tímido y otro moribundo del amor, que recién había conocido y que además, me hacía hablar de mis sentimientos hacia él, con tal serenidad y deliciosamente desprevenida, que hasta mi tono de voz, llegó a sorprenderme. Sin embargo, ese arraigado espíritu de arrogancia e inseguridad, me hizo apostar y aposté todo, otra vez.

Durante el viaje, el pobre amante estaba irremediablemente disminuido cuando le confesé, que de pronto, nuestros días juntos iban a ser muy diferentes y que durante las llamadas telefónicas, debía permanecer como una puta tumba. Su seguridad, su actitud de puedo con todo y a tí te agarro como quiera, donde quiera, se evaporó. Ya no sabía de qué hablarme, ni cómo tratarme, ni como dormir conmigo, ni cómo hacerme el amor, ni cómo nada, de todo tenía miedo. Recuerdo mirarlo y decirle: 'hermanito, te voy a acorralar sin piedad hasta que vuelvas a ser ese man, con el que teníamos un trato. Un trato de un fin de semana, de cuatro días, a miles de kilómetros de distancia.'

Sus ojos azulísimos, su cara preciosa, me desesperaba, me molestaban sus besos, sus caricias, que me preguntara cualquier cosa... y el sexo, desde luego ni borracha pude hacer nada.

Eso sí, fiel a la militancia sexual, traté. Fue trágico.

Fuí, volví y me dí cuenta que ahora no, el sexo así,  ese que me desprotege, que me vuelve una aplanadora.

Pero un no se asomó, un no que me imaginé y sigo tentada a apostar porque obviamente me sigue pesando la vida en el cuerpo.


No comments:

Post a Comment