Tuesday, April 24, 2018

Ruleta Rusa



A quien yo llamo ''árabe" le gusta morderme y dejarme marcas, dice, que son un mensaje directo para él, quien parece creer, que ya soy suya.

He tenido suerte, no solo por haber conocido al árabe, que se ha colado fuerte y profundo en mi vida, si no porque no he tenido que mentir para evitarlo a él, mientras mis heridas sanan.

Él, sencillamente ha estado ausente.

Confieso  que esta vez -otra vez (yay)- no fui yo la agresora. Cierto es que no tenía ningún interés en nadie más que no fuera él, ni tan siquiera intenciones, pero es que a mí, sí que la falta de atención, de caricias y de amor, me llevan hasta dónde ellos estén.

Esa noche, una de mis amigas estaba sentada junto al árabe, y casi paso de largo, de no ser porque ella me detuvo y me lo presentó. No pensé nada, ni lo ví. A pesar de que hablamos los tres, permanecí ciega. El árabe no tenía nombre, ni cara, ni cuerpo. No existía.

Justo a ella, le hablé de aquél otro y celebró conmigo ése encuentro certero, dulce.
Yo ya no suelo hablar mucho de mis conquistas breves y fútiles, que son todas. Ya me aburrí de escucharme.

Corrieron las horas y el whisky y mientras me escurría entre desconocidos, y empezaba a bailar con unas jovencitas maravillosas, su mano apareció, tomó la mía y me sacó del corrillo de muchachitas.

Con asombrosa habilidad rodeó mi cintura, me puso contra la pared, pronunció algunas palabras que en mi estado de avanzado alicoramiento desde luego no entendí, pero sí le dije:

'Si te acercas más, te doy un puño.'
'O te muerdo.'

No me interesaba que un toqueteo atrevido y ebrio fuera a parar a los oídos de él, que entre otras, tenía muchas maneras de saberlo gracias al parche putamente endogámico que es Bogotá. Sin embargo el árabe solo me miraba la boca, me seguía hablando con sus ojos pegados a los míos, e interpretó mi sentencia, como una oportunidad de ponerme las manos encima.

Valiente.

Me dejé llevar a su cama. Ya dije de otra forma,  que la falta del otro cuerpo me ponía inquieta, y debo agregar, que no pretendía reemplazarlo, es que nunca sé que hacer con toda esta tromba de palabras y sentimientos que soy, cuando me ven y me quieren así, niña y bestia; o sea, cuando me ven a mí.

3 noches pasamos juntos. Y en una mañana mientras besaba mi espalda, me dijo 'Un día me gustaría llamarte 'amor'. '

Acá te digo, que yo también quisiera.













Monday, April 16, 2018

Apostar


Mi dolor más grande como mujer, es sentirme rechazada en el sexo. Y sé muy bien por qué me pasa. Inmediatamente me remite a los últimos días de la relación con mi ex-esposo y a la causa principal por la que se fue todo a la mierda.

Hay otra cosa, también me imagino los NO, porque estoy tan jodida con esa asociación, que les permito que entren cuando ni se asoman y que me destrocen por noches enteras. Entonces, como esa jugadora que soy, vuelvo a decidir apostar y una vez más estirar mi suerte a ver si ese alguien con el que esté, se aguanta que esta niñita meta en su cama a otros tipos, como excusa para sentir que casi cualquier otro imbécil me encuentra irresistible, que su incapacidad de comprenderme como ese animal sexual que soy, es lo que le impide estar conmigo y que desde luego, el problema, es él: por miedoso, por inmaduro, por idiota y por eso, no puede estar con una mujer como yo.

Sin duda, no soy tan mujer como yo pensaba.

Estando con alguien, he viajado a ver a mis amantes y desde luego, he mentido. La última vez fuí tan cruel que pienso que por fin algo en mí ha cambiado, y que estoy en el camino a la recuperación de este desahucio sentimental al que me he sometido. En los amores, el tiempo racional para mí no existe, no entiendo de años, entiendo de semanas que son eternidades y de noches-días. De manera que yo qué diablos me iba a imaginar que al amante maravilloso con el que fantaseo seguido y hace años, me iba a parecer un desabrido frente al modesto, tímido y otro moribundo del amor, que recién había conocido y que además, me hacía hablar de mis sentimientos hacia él, con tal serenidad y deliciosamente desprevenida, que hasta mi tono de voz, llegó a sorprenderme. Sin embargo, ese arraigado espíritu de arrogancia e inseguridad, me hizo apostar y aposté todo, otra vez.

Durante el viaje, el pobre amante estaba irremediablemente disminuido cuando le confesé, que de pronto, nuestros días juntos iban a ser muy diferentes y que durante las llamadas telefónicas, debía permanecer como una puta tumba. Su seguridad, su actitud de puedo con todo y a tí te agarro como quiera, donde quiera, se evaporó. Ya no sabía de qué hablarme, ni cómo tratarme, ni como dormir conmigo, ni cómo hacerme el amor, ni cómo nada, de todo tenía miedo. Recuerdo mirarlo y decirle: 'hermanito, te voy a acorralar sin piedad hasta que vuelvas a ser ese man, con el que teníamos un trato. Un trato de un fin de semana, de cuatro días, a miles de kilómetros de distancia.'

Sus ojos azulísimos, su cara preciosa, me desesperaba, me molestaban sus besos, sus caricias, que me preguntara cualquier cosa... y el sexo, desde luego ni borracha pude hacer nada.

Eso sí, fiel a la militancia sexual, traté. Fue trágico.

Fuí, volví y me dí cuenta que ahora no, el sexo así,  ese que me desprotege, que me vuelve una aplanadora.

Pero un no se asomó, un no que me imaginé y sigo tentada a apostar porque obviamente me sigue pesando la vida en el cuerpo.